16 DE JULIO
Ayer por la tarde (no sé si a pesar o a causa de haber sido un día muy productivo), me pasó por un momento algo que siempre parece que ha de pasar: por un momento, sin dejar el optimismo para el que hay motivos sobrados, me asaltó la presión del tiempo, la duda sobre si seríamos capaces, en el tiempo que nos queda, de acabar de ajustar como merece todo el material, tan rico y tan complejo, que vamos teniendo entre manos. Nada fuera de lo necesario y saludable. ¿Qué sería de un actor sin su dosis de pánico escénico? ¿Qué sería de un director sin conciencia de la complejidad de la tarea?
Me encuentro a los actores trabajando con Víctor en estado de gracia. He ido viendo sus progresos, pero hay, siempre también, algún momento en el que se percibe un salto de calidad. Hoy lo he visto. Me cuenta Víctor (yo he llegado más tarde) que han tenido una conversación acerca de la confianza en sus capacidades, de perder el respeto a esa frontera mental un poco tonta entre actor y bailarín. Una frontera para la que va caducando el pasaporte. Estamos en el buen camino de eso que, a falta de mejor nombre, se viene llamando "teatro-danza".
Trabajo intenso del cuerpo, explorando sus posibilidades y buscando siempre conectar con el mundo imaginario de los personajes, dando lugar a encuentros del movimiento con frases o situaciones del texto. Algunos aspectos del trabajo de Pedro e Inma me sugieren volver sobre la escena del Ebro y el mar. Hacemos en efecto una improvisación sin otra pauta que recobrar, ahora con el texto, algunas sensaciones del trabajo anterior. Aparecen algunos momentos que merecen fijarse y por otra parte avances en el funcionamiento de la relación. Hablamos de seguir intentando humanizar los personajes, sin perder su dimensión mitológica: un enigma sin solución teórica, que sólo se puede concretar en el cuerpo y en la voz que es del cuerpo, dejando a las palabras su trabajo de significar. En una segunda improvisación, en la que más que hacer propongo ir imaginando lo que se haría, organizamos algunos momentos, dejando aún la mayor parte abiertos.
Víctor continúa con Amanda y Javier desarrollando la coreografía desde el punto en que quedó ayer. José Luis ha traído su boceto de música, que funciona, a falta de precisar tiempo. Seguirán toda la mañana, una y otra vez, con una entrega admirable, hasta dejar terminado el esqueleto (dice Víctor) de toda la coreografía. No llego a ver el resultado final, porque inauguramos hoy la táctica, que seguiremos cuando convenga, de repartirnos en distintas aulas para trabajar unas u otras escenas. Luis anda un poco entre una y otra, siempre reparando en detalles significativos y proponiendo diferentes aproximaciones a las escenas.
Por mi parte trabajo con Gema en "Silencio". Desgranamos el ritmo y el sentido del texto y su relación con el espacio y el tiempo. Un comienzo lento y evocador, una parada, una suave maldición, una fatiga y una compasión acogedora. Le propongo probar con los ojos abiertos, centrándose precisamente en la mirada, muy atenta a todo. Así, al volver luego a la ceguera, está viendo mucho más (algo hay de Casandra). Hay que seguir precisando el funcionamiento de la cabeza, de los pies y de la mano libre. Pero el tono general de la escena está.
Palafox y Boggiero. Hablamos el otro día de la necesidad de destripar el juguete y eso empezamos a hacer. Vamos entrando en detalles de toda la primera parte, hasta la llegada del mensajero. Recuperamos analíticamente la matemática de la comicidad y seguimos precisando la relación entre ellos y con el público, cuya presencia y participación tiene que estar muy clara desde el principio. Más que atenernos a los personajes de la commedia dell'arte interesa centrarse en la propia situación de tablado en la plaza. Me doy cuenta de que lo más importante pueden ser, no los personajes históricos y ni siquiera su parodia, sino los actores: hay mal rollo entre ellos, el personaje de Pedro está harto de hacer esa función y el de Alfonso, aunque de mala gana, tiene que intentar sacarla adelante. Sobre ese "subtexto" la relación adquiere mucha más vida.
Hoy pensaba escribir menos y he escrito más. No hay que hacerse muchos planes.
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