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TEATRO, POESÍA

 

Para volar un poco fuera (¿o no?) del seguimiento de los ensayos, copio y pego algunos párrafos de un artículo publicado en "Criaturas Saturnianas", revista de la Asociación Aragonesa de Escritores (Nº6, 2007).

"Hace mucho tiempo (quizá desde Artaud, quizá desde mucho antes) que la relación entre el texto y el teatro dista mucho de un matrimonio bien avenido. Hay, en cualquier caso, una fractura, un hueco, un vacío, un algo de incompleto, de irresuelto, que puede lamentarse o celebrarse. Me declaro partidario de celebrarlo. Es más, declaro que lo específico del goce teatral reside sobre todo en ese algo tembloroso que hermana en la indigencia a actor y espectador: una herida abierta, lo humano.

El teatro es lugar de paradojas, donde se miente para decir algo de verdad, donde se está en un filo entre soledad y compañía, donde el verbo se hace carne y el viento se lo lleva, donde lo real y lo ficticio pugnan sin éxito por obtener una inútil victoria en el combate... ¿Qué mejor hogar para la poesía?

La extensión de un cierto "naturalismo" como lingua franca de la ficción, propiciada por el imperialismo del cine y la televisión, conspira activamente contra la naturalidad con que la poesía, si se le deja, encuentra acogida en la convención teatral. Acontecimiento fronterizo, la poesía en el teatro tiene la virtud de sacudir la modorra en que la entera imagen de lo que es el teatro se acomoda.

El teatro es, o puede o tal vez debe ser, el lugar del respeto a la palabra. La palabra encuentra en el teatro un lugar privilegiado para ser preservada, rescatada, puesta por algún tiempo a salvo del barullo confuso de la palabrería cotidiana. Y también un lugar donde el vuelo de la imaginación puede, o tal vez debe, hallar un compromiso movedizo entre el flujo indomable del deseo más íntimo y la responsabilidad pública que un espacio y un tiempo compartidos convocan.

Una palabra verdadera abre todo el lenguaje y, en el mismo movimiento, lo clausura. En cualquier momento fulgura el esplendor inútil del teatro, que en su mismo borrarse dibuja una promesa: la promesa imposible de que haya un espacio de reconciliación del lenguaje y el mundo. El espacio vacío del teatro es el espacio que con más precisión acoge al mismo tiempo la realidad de la promesa y la irrealidad de su cumplimiento. El "mentir verdadero" (Louis Aragon) del teatro reside en el vacío que convoca: espacio sagrado, siempre a la espera de reverberar en la trágica alegría (García Calvo) que nos mueve a la vida.

Fuera de cualquier tentación de recetario, un mandato: no llenar, no saturar, no imponer. Y también: no ilustrar, no redundar, permitir que la acción y la palabra discurran paralelas, consentir sus fricciones, acoger de buen grado lo imprevisto, lo informe. Situarse antes de la forma, en el embrión, antes de que nada visible o audible se haya constituido. En lo innombrable. Aproximarse a lo real, eso que huye siempre, eso que (si no es por un instante, en un fulgor) sólo conocemos como huyendo, eso que matamos al nombrar. Encontrar atenuantes, ya que no coartada, a ese asesinato. Y así poder, sin culpa, gozar del crimen que nos humaniza.

Adelante con las paradojas: una escucha verdadera de la palabra nos exige poner por delante la conciencia del cuerpo del actor. La "respiración" del texto está determinada por la respiración, sin comillas. Es un cuerpo el que habla. Hay una voz, un oído: un cuerpo a cuerpo. Hay un espacio, un tiempo, que la voz señala. Aquí mismo, en ninguna parte. Todo el cuerpo habla, todo el cuerpo escucha. ¿Dónde está la frontera entre el habla y la escucha? El hablar de la poesía es ante todo un escuchar. Un modo de atención. Un aire.

Actuar de modo que se escuche algo que viene de lejos y aspira a llegar lejos: a lo común, a cualquiera que, siquiera sea por un momento, esté en disposición de sustraerse al ruido del parque temático global. A través de un hueco, una máscara, una distancia, una anomalía, un extrañamiento. Por fuera de los tontos consuelos del reconocimiento, de la identificación: Ah, mira, ése soy yo. Nadie es quien habla, nadie quien escucha. Algo circula."

 

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