MOVIMIENTO
Un poquito de filosofía para una tarde de domingo. Recojo un fragmento de un artículo que encuentro en Internet, en la revista K.
Deleuze y el teatro - Jean-Frédéric Chevallier
(...) Deleuze cita a Kierkegaard, quien escribe: "nada más miro hacia los movimientos", lo que podría enunciarse: sólo me interesan los movimientos, sólo me estremecen los movimientos. Y Deleuze sigue: "he aquí una frase de director de teatro que plantea el más alto problema teatral, el problema de un movimiento que alcanzaría directamente al alma y que sería el movimiento del alma."
¿En qué consisten esos movimientos? En la introducción a La era de la sospecha, Nathalie Sarraute habla de movimientos indefinibles que se deslizan muy rápido a los límites de la conciencia. Esos movimientos "están en el origen de nuestros gestos, de nuestras palabras, de los sentimientos que manifestamos, que creemos experimentar. Parecen constituir la fuente secreta de nuestra existencia. Mientras hacemos estos movimientos ninguna palabra los expresa, porque se desarrollan en nosotros y se desvanecen con una rapidez extrema, sin que percibamos claramente lo que son, produciendo en nosotros sensaciones muchas veces intensas pero breves." Más adelante, Nathalie Sarraute sigue:
"Estos movimientos subyacentes, ese torbellino incesante semejante a los movimientos de los átomos, no son nada más que acción y sólo difieren por su delicadeza, su complejidad, su naturaleza "subterránea", de las grandes acciones de primer plano."
Se trata, como lo apunta Gilles Deleuze en Diferencia y repetición, de movimientos capaces de conmover el espíritu afuera de toda representación, de tal manera que esos movimientos se vuelvan ellos mismos una obra, sin interposición, la intención es hacer del movimiento mismo una obra, sin interposición; sustituir signos directos a representaciones intermediarias; inventar vibraciones, rotaciones, gravitaciones, danzas o saltos que alcancen directamente el espíritu. Son esos movimientos que se presentan en la presentación del árbol de Beckett y nos alcanzan -espectadores que somos- directamente, como puñetazos, como caricias, etc. Un espectador llega a llorar (no forzosamente de tristeza), otro a reir (no forzosamente de alegría), otro se inquieta (terriblemente, pues) y un último de repente empieza a reflexionar sobre lo que le dijo a su mujer anoche. Multiplicidad de esas respuestas-movimientos.
Lo que está en juego en la actividad teatral son estos movimientos -del escenario como de la sala-. La apuesta del teatro es la puesta en juego de movimientos, y entonces también la puesta a luz de las fuerzas que nos habitan. En breve: el teatro es el movimiento real; y de todas las artes que integra (la danza, la escenografía, la acrobacia, la poesía, etc.), él extrae el movimiento.
En vez de hablar de un teatro que presenta o exhibe movimientos como lo hicimos hasta ahora, Deleuze propone una fórmula que acentúe lo que el teatro pone en juego de la vida misma cuando pone en juego movimiento. Este movimiento, la esencia y la interioridad de este movimiento, es la repetición, no la oposición, no la mediación. El teatro de la repetición se opone al teatro de la representación, como el movimiento se opone al concepto y a la representación que lo relaciona al concepto. En el teatro de la repetición se prueban fuerzas puras, trayectorias dinámicas en el espacio que actúan sobre el espíritu sin intermediarios, y que lo unen directamente a la naturaleza y a la historia, un lenguaje que habla antes de las palabras, máscaras antes que las caras, espectros y fantasmas antes que el personaje; todo el aparato de la repetición como "potencia terrible". (...)
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Proyecto 3 -
http://proyecto3.eklablog.com/deleuze-y-el-teatro-1-el-teatro-de-la-repeticion-a1602382